El GUATEQUE. (Parte 1)

 

Guateque: “Fiesta casera, generalmente de gente joven, en que se merienda y se baila”.

Hoy en día ya no se llevan los guateques. Está más de moda hacer macro botellones, “raves”, y otro tipo de fiestas en las que parece ser que lo que más divierte es tomar alcohol y consumir determinadas sustancias.

Si pienso en un guateque, me viene a la mente la escena del mismo en la casa de la glamurosa Holly en “Desayuno con diamantes” Gente divirtiéndose, bailando apiñados con la copa en la mano y fumando como descosidos en una atmósfera que se podía cortar. Mi primer guateque dista mucho de parecerse al de Holly, aunque si algo tienen en común es en que tanto en su fiesta como en la mía no cabía un alfiler.

 

Chulilla, agosto de 1973.

Para una adolescente tímida como yo, organizar un guateque por primera vez suponía algo tan arriesgado como lanzarse en paracaídas. Para llevarlo a cabo conté con la ayuda de una amiga que veraneaba en un chalet cercano y que era mucho más espabilada que yo. Ella, con catorce años, cuando yo ni siquiera había comido pipas con un chico, ya practicaba los besos “con tornillo” y no tenía ningún reparo en hacerlo en mi presencia; ya fuera a la sombra de un algarrobo a las doce del mediodía o tumbada debajo de un pino en las calurosas noches de verano. Ser testigo de aquello en principio me violentaba, pero mi curiosidad me mantenía atenta a los detalles y lo tomé como unas clases magistrales cuyo aprendizaje me podía ser útil en el futuro.

Así que fue ella, con su soltura y desparpajo, la que me animó a planear un guateque en el comedor de nuestro minúsculo apartamento de Chulilla, aprovechando que mis padres iban a pasar la tarde al vecino pueblo de Casinos.

 

Para difundirlo, realizamos una campaña publicitaria los días previos. De viva voz explicámos el plan a amigos y conocidos y haciendo uso de mis incipientes habilidades para el diseño aproveché para diseñar unas atractivas entradas que vendimos al módico precio de cinco pesetas. Con la recaudación compraríamos ganchitos Crecs, y Coca-Cola y para amenizar la velada y dar ambiente, pincharíamos en mi diminuto tocadiscos las canciones de mi colección. Aquello iba a ser la mejor fiesta del verano y el éxito de nuestra campaña fue tal que a las pocas horas agotamos las entradas.

 

Pero llegado el día, sucedió lo inesperado: ¡de repente nos quedamos sin local! mis padres habían anulado su salida y se quedaron en casa viendo la televisión.  Ellos no conocían nuestro plan y la manera que tenían de educarme no contemplaba que a casa llegasen un montón de desconocidos del otro sexo y menos para meterse con nosotras en una habitación. Así que no quedó otro remedio que hacer el evento clandestino…

 

El apartamento estaba en un primer piso y nos arriesgamos a celebrar la fiesta en la habitación que se encontraba entrando por la puerta principal a la izquierda y que estaba debajo de la escalera de acceso a la terraza. Era de lo más estrecha: tres metros treinta de largo por un metro veinte de ancho, aunque si le añadimos el hueco de debajo de la escalera alcanzaba el metro y medio. Pero lo peor de todo es que dentro de la habitación ¡había una litera!

 

Llegada la hora concertada, la gente se agolpaba en el portal. Les advertimos que subieran con mucho sigilo para no levantar las sospechas de mis padres, que por fortuna estaban acostumbrados a que yo siempre tuviese la música muy alta y eso también nos ayudó a disimular el aforo.

 

Una vez dentro, la litera hacía las veces de sofá y el resto del personal se sentaba en el suelo sobre unos cojines, en el espacio existente en el bajo escalera. Apenas podíamos movernos, no había espacio para bailar y el único movimiento posible era el de abrirse paso para entrar y salir llevándote de paso un coscorrón con el canto de la escalera.

No recuerdo el calor de los meses de agosto de hace cincuenta años, tan intenso como el de ahora, pero la sensación de agobio que teníamos era bastante fuerte puesto que allí no cabía ni una mosca y ni siquiera teníamos un ventilador.

Hay que reconocer el mérito que tuvieron nuestros amigos para atreverse a entrar allí y permanecer apiñados hablando bajito, sin poder bailar, comiendo cuatro ganchitos y bebiendo Coca-Cola caliente.

 

Por fortuna la música nos ayudó a disminuir el agobio y hacer más llevadero el momento. Entre el pilar de bajo de la escalera y la pared del fondo había un hueco de unos cuarenta centímetros donde ubicamos mi mini tocadiscos Philips, que era tan pequeño que, si pinchábamos un LP, este sobresalía por todas partes como si fuera una paella.

Por el pequeño altavoz escuchamos a Fórmula V llorar la marcha de Eva María, Nino Bravo nos hizo soñar con la libertad, para Mocedades éramos como el agua de su fuente, Tony Ronald nos dejó la llave en su puerta, Los Mismos nos hicieron poner una cinta en el viejo roble, a Camilo Sesto le cambiaron todo por nada, Cecilia nos hizo sentir con catorce años lo que era vivir a costa de un millón de muertos… y antes de que nos dieran las diez en el reloj de Ana Belén, nos fuimos quedando solas…

 

Cierta sensación de fracaso se apoderó de nosotras, nos dimos cuenta de que aquello no había sido un guateque sino más bien un “enlatado de sardinas”. No sé cómo no nos reclamaron la devolución del dinero…

 

Las Navidades de ese mismo año pude asistir por fin a un auténtico guateque. Pero eso os lo contaré en el próximo relato…

 



 

Comentarios

  1. Relato fantástico y acelerado de emocion,Amparo para muchos amigos. Como Yo asta e sentido estar en ese Guateque anónimo y SIGE

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  2. Jajaja, me ha encantado y me ha hecho reír!! Desde luego que tus peripecias de juventud tienen también muy buena pinta!! Ya echaba de menos tus relatos.
    Gracias, Por compartir Amparo.

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  3. Con este relato seguimos en la cara "A" del LP de tu fantástica infancia y juventud. Estoy deseando escuchar (leer) el disco completo , digno merecedor de un Grammy.

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  4. Si llegas a nombrar a Pink Floid o Black Sabath, me compro una máquina del tiempo y me meto en ese camarote de los Hermanos Marx.

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  5. Me encanta tu forma de relatar. Es que me meto directamente en ese ambiente!
    Yo

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  6. 😂😂😂 estoy deseando leer la segunda cara de ese LP 😄, me imagino a tus padres viendo la tele ajenos a semejante peripecia, vaya poder de convocatoria el tuyo 🤩

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