MI PRIMER AMOR

         Siempre fui muy tímida en el amor. Con seis o siete años me gustaba un niño del barrio dos años mayor que yo que se acercaba por nuestra alquería al salir del colegio y se tomó como un juego ayudar a mi padre en el campo o hacer menesteres tan sencillos como ayudarle a amasar la comida de los cerdos. Yo lo veía a menudo y en ocasiones, cuando estaba a su lado, sentía cierta vergüenza, aunque no sé por qué, puesto que el niño en cuestión solo quería estar con mi padre. Un día entraban los dos en el corral llevando a nuestro caballo Careto cuando a éste le dio un apretón y dejó caer al suelo un puñado de boñigas calentitas. Al oír su llegada yo salí corriendo desde la cocina, con tan mala fortuna que tropecé y caí de bruces rebozándome sobre ellas como una croqueta; hice el ridículo más espantoso.

      Fue la primera vez que quise que me tragara la tierra. Menos mal que aquel enamoramiento me duró muy poco porque mi timidez conseguía colorear mi piel aceitunada en menos de un segundo y aquel sonrojo me delataba demasiado. Al cabo de un tiempo el muchacho dejó de venir por la alquería y pronto lo olvidé.

    Cuando ya vivíamos en el piso, tendría yo unos diez años, me gustó otro niño que tampoco se inmutaba con mi presencia. Tal vez el abundante vello de mis piernas o tener unas cejas casi tan pobladas como las de Frida Kahlo no era el aspecto más deseable para un chico; algo de lo que yo entonces no era consciente. 

        Me habían apuntado a la falla, él también era fallero y su foto salía en una página del “llibret” junto a los niños de la comisión infantil. A base de besos, me dediqué a desgastar la zona de la página de papel couché donde se encontraba su fotografía. En realidad fue un enamoramiento del papel impreso que por fortuna también se me pasó pronto.

      Lentamente, sin ninguna otra historia amorosa que contar, fui creciendo hasta cumplir los catorce años y fue entonces cuando Cupido me lanzó de nuevo su flecha, pero esta vez para vivir mi primer amor correspondido.

      Ocurrió en nuestro lugar de veraneo, donde pasábamos los fines de semana y las vacaciones estivales. Aquel año me habían regalado una bicicleta BH plegable blanca y roja. Yo estaba emocionada con ella, desde pequeña me encantaba la actividad física y no había mejor tramo para ejercitar mis cuádriceps que el kilómetro y pico que separa el pueblo de la zona de nuestro apartamento; sobre todo a la ida, que era cuesta arriba.

      Como no había demasiada circulación en aquellos tiempos, yo subía la cuesta con mi flamante bicicleta y la bajaba sin manos frente a la atenta mirada de tres muchachos que comían pipas sentados en los pilones del borde de la carretera. Cupido, que también debía estar disfrutando de unas vacaciones en la montaña, se entretuvo disparando sus flechas. No quiero pensar lo difícil que le habría sido realizar su misión en las condiciones actuales: Los tres muchachos con las cabezas agachadas mirando en sus móviles los selfies de tal o cual influencer o las tonterías de algún youtuber. Mi bicicleta y yo habríamos pasado totalmente desapercibidas...

     La flecha certera fue a dar en un chico dos años mayor que yo. Se llamaba como un famoso personaje de dibujos animados de la época y me parecía el más guapo de los tres. Tenía los ojos y el pelo castaño y era de complexión fuerte. Trabajaba con su hermano en el taller de su padre que era el cartero del pueblo, (nunca supe si llamaba dos veces…). Así que me enamoré del hijo del cartero; al menos en un principio, porque estas cosas luego hay que trabajarlas y lo nuestro con el tiempo no dio el resultado esperado. 

      Una vez tocado por la flecha, el muchacho se deshacía en silbidos hacia mí cada vez que pasaba frente a ellos con mi bicicleta. Yo notaba que mi corazón se aceleraba y tratando de ocultar mi timidez, bajaba la cuesta soltando el manillar en plan “figura”. Varios días duró la sinfonía de silbidos y mi terapia desinhibidora y exhibicionista. ¡Qué suerte tuve de no darme un trastazo delante de ellos…!

     Por fin, se atrevió un día a dirigirme la palabra y terminamos hablando. A partir de ahí mi bicicleta y sus amigos desaparecieron del mapa y el hijo del cartero y yo comenzamos a pasear por la carretera arriba y abajo.

     Nuestro festejo fue simple hasta la saciedad. Los días pasaban y el kiosquero del pueblo nos despachaba paquetes de pipas mientras nosotros peinábamos la carretera dejando el rastro interminable de las cáscaras. El sujetar el paquete de las Churruca con una mano y necesitar la otra para llevarlas a la boca, le impedía coger mi mano o tal vez pasar su brazo por mi cintura. 

     Terminaron las vacaciones y llegó el momento de empezar el curso. Cada semana, el muchacho venía a Valencia con su padre a comprar material para su taller y éste aprovechaba para acercarse a la puerta de mi colegio y vernos un rato.

     Fueron pasando los meses hasta que un día me preguntó si quería ser su novia. Yo no supe qué responder, no lo tenía claro. ¿Qué suponía ser novios? ¿Comer pipas por la carretera? A mí él me gustaba tanto como para forrar todas mis carpetas con adhesivos y dibujos del personaje de animación tan de moda en la época. Y tanto como para desear ir a verle y pasear con él, pero lo de pasear comiendo pipas empezaba a aburrirme…

     Un día, nos sentamos frente a frente en unas piedras en la parte baja del cementerio del pueblo, mientras me hablaba apoyó sus manos sobre mis rodillas. De pronto, desde estas hasta mis zonas más íntimas, una intensa excitación recorrió mi cuerpo. Aquella sensación nunca antes experimentada me dejó inmóvil y cuando reaccioné fue para levantarnos de mutuo acuerdo y continuar dejando el rastro de cáscaras de pipas por la carretera. 

     Aquel fue el contacto más estrecho que tuvimos durante el tiempo que estuvimos viéndonos. Fue la primera y la última vez que me rozó. Después de aquello me dediqué a meditar lo acontecido mientras continuábamos nuestros virginales paseos hasta que un día le dije que no me veía siendo su novia y lo dejamos estar. 

    La semana siguiente a nuestra ruptura eran las fiestas del pueblo y por la noche había verbena en la plaza, hacia allí nos dirigíamos mi amiga Rosa y yo paseando tranquilamente por la carretera mientras disfrutábamos del aroma de los pinos. Las intermitentes farolas alumbraban el trayecto hasta las primeras casas, pero la espesa arboleda situada entre ellas dejaba algunas zonas prácticamente a oscuras. Parloteábamos felices cuando nos pareció ver una pareja cobijada en la penumbra “dándose el lote” desenfrenadamente. Nuestras pupilas se dilataron hasta no caber en nuestros ojos. No dábamos crédito a las figuras que la cercanía nos iba delatando.

    Una extraña sensación recorrió mi cuerpo. Después de tantos años quise de nuevo que me tragase la tierra. ¿Quién era esa mujer?

   A la vista de los acontecimientos posteriores, Rosa y yo dedujimos que aquella mujer llegó al pueblo con la misión de dar una clase magistral acelerada de las cosas que se pueden hacer con la chica que te gusta además de comer pipas…

 

 AMPARO NOGUERA 2023

 

 

 


 

 

 

Comentarios

  1. Me encanta cómo todo lo qué escribes.

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  2. Amparo no he parado de leer...... me encanta hacerlo, y más viendo como cuentas de modo tan virginal esa etapa tan bonita de la vida. Eres un cielo cariño !! Y dominas tan bien la narrativa...... sigue contándonos cosas !!

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    1. Gracias por tus palabras. Me gustaría saber quién eres. Un abrazo.

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  3. Maravilloso, como siempre. Me encanta la ocasión que has encontrado para este relato. Gracias.

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  4. Estupendo relato, Amparo. Se ha hecho corto, me he quedado con ganas de más… No tuviste más amores? Cueta

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  5. Muy bueno Amparo, me ha encantado!!

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  6. Siempre emocionas y nos transportas en el tiempro, Amparo.
    Gracias 🤩🥰

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  7. Qué emoción a cada etapa de enamoramiento en tu niñez y adolescencia 😍, me has hecho empatizar con todos y cada uno de tus sentimientos, además eres muy divertida 😄
    Por cierto, cuanto se te parece Sandra en la foto que ilustra este relato 🥰

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    1. Me alegra que te resulte divertido. Mejor eso que ser un tostón. 😉

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    2. El buen humor y la ironía son parte de tu impronta, eres genial 🤩🥰

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  8. Muy buen relato, como siempre

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