FLORES DE INOCENCIA

 

    Yo no quería nacer. Debía encontrarme muy a gusto en el vientre de mi madre porque estuve allí más de nueve meses. Tampoco el despistado ginecólogo puso mucho de su parte para que yo, en lugar de Piscis, naciese Acuario que es el horóscopo que me correspondía. Hasta que un lluvioso lunes 23 de febrero del año 1959 tras comprobar el estado de mi madre y el mío, la matrona no dudó un segundo en avisar al ginecólogo y ponerse manos a la obra para sacarme de allí o no habría niña que lo contara. Así que a mi madre le tuvieron que provocar el parto urgentemente en el Hospital de la Casa de Salud que se encontraba a cinco minutos caminando desde nuestra alquería.

    Esa noche llovía incesantemente y la tormenta eléctrica hizo acto de presencia a las 11 de noche. Los rayos iluminaban la ciudad y el estruendo de los truenos se escuchaba hasta en el paritorio. La escena de mi nacimiento fue casi apocalíptica. En medio de semejante escenario con efectos de sonido incluidos, el ginecólogo y la matrona luchaban contra el tiempo anclando bien los fórceps a mi cráneo para, tras mucho forcejeo, conseguir sacarme del vientre de mi madre.

    Aún tengo mis dudas de si lo que más les ayudó fue el instrumental empleado o estirar de mis orejas. Lo cierto es que vine al mundo a las 11:30 de la noche pesando cuatro kilos con quinientos gramos y midiendo cincuenta y dos cm.

    Tras limpiarme los restos de placenta e impurezas y la sangre de las diversas heridas causadas por los fórceps, me pusieron en brazos de mi madre a la que, tras ver mi aspecto, le di un susto de muerte. Evidentemente no era la niña preciosa que ella esperaba. El Pantone bastante cetrino de mi piel viraba a morado. Tenía el cráneo bastante deformado con tres heridas abiertas en el Parietal, dos en el frontal, de las que todavía conservo la cicatriz y un gran hematoma e hinchazón en uno de mis ojos que me impedía abrirlo; parecía que yo terminase de librar un combate de boxeo.

    Nací con abundante cabello negro y también con mucho vello en el cuerpo, tanto, que mirándome de cerca era imposible dudar de la teoría de Darwin. Para mi propia madre decir que yo era muy fea recién nacida, ya debía de serlo…

    Tanto sufrí en el parto y tan mal me vieron las monjas a los pocos minutos de mi nacimiento que, convencidas de que no duraría hasta la mañana siguiente y temiendo que mi alma sin cristianizar fuese a vagar a ese Limbo que ni ellas mismas sabían dónde estaba, me llevaron a la capilla del hospital y me bautizaron con el nombre que mis padres habían pensado para mi: María Amparo.

    Pero yo todavía tenia que dar mucha guerra, así que al día siguiente me cogí con desgana al pecho de mi madre y mamando su calostro muy lentamente, conseguí sobrevivir.

    Días después, ya en casa y con mi madre repuesta del parto, volvieron a bautizarme en una iglesia en presencia de toda la familia. Había nacido la primogénita de las dos familias y eso había que celebrarlo con chocolate, ensaimadas y peladillas. Era mi primera puesta de largo en sociedad y mi segunda cristianización. Fueron mis padrinos mis queridos tíos Rafael, hermano de mi padre y Paquita, hermana de mi madre.

    Yo siempre he pensado que a consecuencia de mi doble bautismo deberían llamarme María Amparo María Amparo. Pero cómo nunca me gustaron los nombres compuestos ni tampoco los diminutivos, me quedé solo con el nombre de Amparo.

    Días después de mi bautismo, para cumplir con la tradición valenciana de la época, mis padres y mi tía Paquita y madrina, me llevaron a la Basílica de la Virgen de los Desamparados para ser presentada ante su altar y agradecerle como buenos creyentes que yo en un futuro estuviese aquí para contarlo.

    Todo lo que sé de mi nacimiento me lo narró mi madre con vehemencia en varias ocasiones a lo largo de mi vida. Pero muchas de las cosas de las que tengo absoluta certeza, están escritas en el libro sobre cuya portada aparece el título: “Flores de Inocencia”; tapizado en tela rosa tornasolada que fue un obsequio recibido en mi nacimiento y que mi madre diligentemente fue rellenando con fechas y anécdotas a lo largo de mi infancia hasta el día de mi Primera Comunión. El resto son pruebas físicas que, aunque algo más desvaídas, permanecen en mi cabeza.

 

©️AMPARO NOGUERA 2021


 



 

 

 

 

Comentarios

  1. Amparo. Yo me alegro de que nacieras y de que compartas tus vivencias con tus amigos.
    Suerte con este proyecto.

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  2. Amparo, tienes que añadir la opción de suscribirse al blog. No me puedo perder ninguna entrada!

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    1. Soy novata en esto. No me gusta el blog que he escogido. He de intentar mejorarlo. Voy a ver dónde está esa opción. 😰

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  3. Como soy inútil en esto de las tecnologías, no se aún muy bien como funciona un blog. Aún así, lo iré descubriendo poco a poco.

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    1. Es sencillo. A la izquierda está el índice. Eliges el relato, lo pinchas y a leer.

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  4. Extraordinario relato, Amparo. Es una pena que siempre andemos anteponiendo unas lenguas a otras como si no fuera posible la convivencia entre ambas en igualdad de condiciones.

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    1. Cierto. Es una pena. Lo importante es comunicarse con respeto. Cada cual como sepa.

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  5. Me encanta porque en todo el relato sobrevuela un fino e irónico sentido del humor, lo cual ya es difícil de conseguir, y más en los tiempos presentes. Tiempos en los que solo nos falta que nos invadan los marcianitos.

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  6. Que bonito escribes!

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