MIS IAIOS PATERNOS


    Mi iaio, Manuel Noguera, agricultor de la huerta de Valencia y conocido como Nelet, se casó con María Folgado, una mujer de cuerpo delgado y piel cetrina, de la que mi padre, sus hermanos y descendientes, heredamos sus rasgos.

    Tuvieron tres hijos: Manolo, Rafael y por último Felipe, mi padre. Desafortunadamente y a consecuencia de la precariedad de la época, mi iaia María murió a a los pocos días de dar a luz a su último hijo, Felipe. Mi iaio quedó viudo y solo en la alquería con tres niños pequeños y unas tierras que cultivar. Entonces buscó un ama de leche para que criara al bebé. Cuando iba a verlo, el niño estaba cada vez más desnutrido. No lo alimentaban lo suficiente y estuvo a punto de morir, con lo que Nelet tuvo que buscarle una nueva ama de leche con cuya alimentación y cuidados mi padre sobrevivió.

    Tiempo después, mi iaio se volvió a casar con Amparo Cabo; una buena mujer que aunque no era tan guapa como mi iaia María, no le sobraba bondad y belleza interior, con ella tuvieron a Amparín que fue la niña mimada de los tres hermanos. Desde pequeña fui testigo del cariño con que los tres hermanos trataban a mi tía. Amparo fue la iaia que yo conocí, con la que crecí y a la que quise puesto que vivía con nosotros en la alquería. Ella crió a mi padre y sus hermanos como si fueran sus propios hijos y a mí me dio el cariño de una verdadera iaia. Su semblante era muy apacible pero algo serio, tal vez porque cuando yo cumplí un año mi iaio Nelet que era diabético falleció y mi iaia al quedar viuda quedó muy triste y le guardó luto hasta su muerte. Pero en el trato era muy cariñosa y yo pasaba muchos ratos con ella en el corral cogiendo huevos o metida en su habitación. Recuerdo que era una persona muy aseada; siempre estaba lavándose y perfumándose con Colonia Heno de Previa; frasco que siempre tenía sobre su cómoda y del que yo también me solía poner.

    Mi iaio formaría parte del Tribunal de las Aguas de Valencia como Síndico de la acequia de Mestalla que era la que le correspondía por su demarcación. Fue una persona ejemplar en su comportamiento y trato con los demás según me contaban mis padres. El instauró en la familia la costumbre de comprar una bandeja de pasteles todos los domingos y para ello no dudaba en desplazarse desde la huerta al centro de la ciudad. Tal vez mi amor por los dulces sea parte de mi herencia genética... Recuerdo que mi madre me contaba que mi iaio, el último año de su vida, se sentaba en una silla bajita en el patio debajo de la parra y a una de las patas ataban mi taca-taca de manera que yo di mis primeros pasos bajo su cuidado y atenta mirada.

    Mi iaia, que le sobrevivió once años, murió en el año 1971, después de tres años de degradación mental. Decían que tenía demencia senil… Mi padre pasó a ser su primo hermano y yo, con apenas nueve años le decía: ¡No iaia, Felipe es el teu fill!, pero no entraba en razón... Lloré mucho su muerte y nunca olvidaré que no me dejaron ir a su entierro, porque consideraban que era muy pequeña. Algo que nunca entendí y por muchos años sentí como si no me hubiera despedido de ella…


©️AMPARO NOGUERA 2021






   


 




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