LOS HERMANOS DE MI PADRE

 

    Mi padre, (1923-2014) tuvo tres hermanos: Manolo, Rafael y por último Amparín que era hija de Amparo, la segunda mujer de mi iaio.

    Era tradición que los hijos mayores, trabajasen un oficio y al casarse se marcharan de casa. Mis tíos lo hicieron y en herencia recibieron unas casas y unos terrenos, pero el hijo pequeño, en este caso mi padre, heredaba la profesión de labrador, la alquería, las tierras de cultivo adyacentes y la obligación de cuidar de los padres hasta la muerte. Ninguno tuvo nada que objetar y cada uno fue feliz con lo que le correspondió.

    Mi tío Manolo (1918-1988) fue un adelantado para su tiempo. Trabajó de inspector en la empresa de limpieza SAV, fue de los primeros en tener Vespa, después un 600 y como no le dejaron ir a la guerra civil y por despecho a una novia que le dejó, se marchó a la División Azul sin saber bien que era aquello. Allí se le congelaron los dedos, vio morir a compañeros a los que tuvo que quitarles las botas y después fue el encargado de dar el parte de fallecidos a los familiares. El dolor y la decepción que pasó fue tan grande, que toda su vida se arrepintió de haberse alistado voluntario y repitió constantemente a sus hijas: “de voluntarios a nada”. Se casó con mi tía Paquita y tuvo dos hijas. Fue un fumador empedernido y el hombre más friolero que he conocido; yo creo que se trajo el frío de Rusia y ya nunca se lo quitó…

    Nunca olvidaré cuando nos traía cada seis de enero el roscón de Reyes de la pastelería de sus suegros y cuñados que había en la calle Maldonado. Aquella bandeja era un festín para mí. No sólo por llevar un roscón, con su haba y su figurita camufladas, sino por las piedras de caramelo, peladillas y numerosos bombones que lo acompañaban. Yo, como buena golosa, esperaba con ansiedad la llegada de mi tío y cada año, desde niña me vienen a la mente aquellos ilusionantes momentos cuando toda mi felicidad estaba en el roscón que nos traía mi tío Manolo.

     Rafael(1919-1985) trabajó de administrativo también en la SAV. Era muy creyente y en sus horas libres se preocupaba de los más desfavorecidos de la parroquia. Mi padre y mis tíos tenían una prima que estaba de misionera en África y mi tío Rafael se dedicaba a recaudar fondos para su causa aunque tuviese que ir de casa en casa para conseguirlos. Se casó con mi tía Maruja y tuvo cuatro hijos. Falleció de enfermedad a los 66 años. 

    Con mi tío y su familia pasé el mes de julio varios veranos y fueron días sumamente felices. Excursiones, lecturas, juegos y también rezos. Todo dosificado para que no tuviéramos un momento de aburrimiento. Mi tío Rafael era una persona sumamente entrañable y cariñosa en el trato al igual que mi tía y me hacían sentir como uno de sus hijos.

    Mi tía Amparín fue la cuarta hermana, “la xicoteta”, a la que los tres hermanos no dejaron de mimar y quisieron mucho hasta su fallecimiento a los  sesenta y tantos años por un cáncer de pecho. Mi tía se dedicó a las labores del hogar y se casó con mi tío Pepe que era empleado de banca. Nunca tuvieron hijos.

    Como anécdota contaré, que los tres hermanos eran muy habilidosos y se cortaban el pelo entre ellos. Tenían todo el equipo. Aún conservo la máquina cortapelos; el cepillo de pelo de cabra para sacudirlos lo tiré porque estaba muy deteriorado. Mis tíos por aquel entonces tenían por costumbre acudir periódicamente a las Hermanas de la Caridad a cortar el pelo a los necesitados. Yo no soy peluquera pero también me gusta cortar el pelo y lo hago con el mío, con el de mi marido y el de mi nieto y con el de todo aquel que se atreva a ponerse en mis manos. ¿Será verdad eso de que los genes se heredan…?

    Me siento orgullosa de mis tíos, a los que quise mucho y fueron muy buenas personas. El buen ejemplo y educación que dieron a mis primos es prueba de ello.

   

©️AMPARO NOGUERA 2021

 

 






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