COSTURA Y LABORES


   El recuerdo que tengo de la costura  en mis años de infancia y juventud es de los más bonitos. Todo empezó en la cocina de la alquería cuando yo era muy niña, viendo coser a la señora Carmen.


    Era una mujer gruesa, de piel muy blanca, cara redondeada y mejillas sonrosadas. La señora Carmen era como la “Mammy” de “Lo que el viento se llevó” pero decolorada. Recogía su agrisado cabello con peinetas en un redondo moño y de su cabeza, vista a contraluz, sobresalían unas canas plateadas a modo de pequeñas antenas. La recuerdo vestida de negro y con un delantal extraordinariamente blanco contorneado con puntillas, cuyo peto anclaba a su vestido con imperdibles. Tenía un carácter amable y complaciente y siempre me hablaba con cariño mientras cosía. Venía un par de tardes a la semana a remendar nuestra ropa.


   Le esperaba en casa una gran cesta de mimbre forrada con tela en su interior, donde iban a parar todas las prendas que necesitaban compostura. Acompañaba el cesto una caja de latón rectangular a modo de pequeño costurero, que albergaba tijeras, agujas, hilos y algún dedal… 


   La señora Carmen se sentaba en la mesa de la cocina, donde la luz que entraba por la puerta del corral, le iluminaba como la más potente de las bombillas y no paraba hasta que terminaba de arreglar los descosidos que se hacían en algunas prendas, y de zurcir las “patatas” de los calcetines, (algo que hacía con la ayuda de un huevo de madera que a mí me hacía mucha gracia) y no había día que no tuviese que remendar algún bolsillo de los pantalones de mi padre, que la calderilla suelta que los llenaba, se encargaba de perforar.


   Alguna tarde al volver del colegio yo me sentaba a su lado y la miraba mientras cosía. Me gustaba ver a la señora Carmen con qué mimo realizaba su trabajo. Veía sus manos blancas coger la aguja y coser como si acariciase las prendas. A veces me daba un retal y dejaba que yo diera una puntadas, y así yo pasaba el rato felizmente en su compañía.


   Aunque hoy parezca increíble, la costura era un juego que compartía con mis amigas de diferentes edades en el patio de la alquería. Eran otros tiempos…


   Cuando a mis ocho años nos trasladamos a vivir al piso de Ramiro de Maeztu, la señora Carmen dejó de venir. No sé cual fue el motivo, tal vez su edad ya le pedía descansar, lo cierto es que nunca más la volví a ver. 


    De los 11 años a los trece años fui  al colegio de La Purísima del Grao a cursar tres años de bachillerato elemental. Entonces se impartía una asignatura que se llamaba “labores” y las niñas teníamos que aprender a coser para ser en el futuro unas buenas y hacendosas amas de casa. En “labores” hicimos un pequeño álbum cuadrado de unos 15 cm. de lado cuyas anillas sujetaban una colección de fundas de plástico que llenábamos con retales de telas diferentes sobre las cuales realizábamos una muestra con diferentes tipos de puntos y bordados: pespuntes, hilvanes, punto de pelota, punto de ojal, punto de cruz, vainicas, bordado de lagarterana (éste, extremadamente difícil porque había que sacar con cuidado los hilos de la tela antes de bordar, pero con un resultado espectacular) ¡Cómo disfrutaba…! Junto con la clase de dibujo y la de gimnasia era la asignatura que más me gustaba. Completé el álbum con mucho esmero y dedicación, tanto, que una de las veces en que nuestra profesora, la madre superiora,  no conseguía que la clase trabajase en silencio, puso un castigo general del cual me excluyó viendo lo absorta y concentrada que estaba yo en mi trabajo.

Aquel álbum, muestrario de puntos y bordados que me tuvo tan entretenida durante todo un curso, se extravió y lo he sentido mucho porque en aquel momento de mi vida con tan solo doce años, puse en él todo mi cariño…


   También recuerdo con mucho cariño los ratos vividos en casa de mi amiga Inma. Su madre era modista. Entrar en su casa-taller era descubrir un mundo de telas de colores, tijeras, cintas métricas, alfileres…  y no había día que no saliese de allí sin algún hilo pegado a mi ropa. 


    Seguí con labores y corte y confección en el bachillerato superior en las Hermanas Carmelitas   Del Sagrado Corazón. Allí bordé una mantelería con punto de cruz que aún conservo, aprendí a hacer sencillos patrones en papel cebolla y cosí algunas prendas de bebé que ahora me parecerían cursilísimas.


    En casa, mi madre tenía una máquina de coser Alfa que no le gustaba usar, así que yo, con catorce años, decidí practicar con ella. Aprendí a cambiar las canillas, a preparar los hilos, a enhebrar la aguja de la máquina y a hacer pespuntes interminables. Darle al pedal y que aquello cosiese sin parar, me parecía emocionante… Con tan solo catorce años, a mano y a máquina, comencé a liberar a mi madre de acortar bajos, zurcir calcetines, y hacer remiendos en general.


    Poco a poco, aunque me seguía gustando la costura, la fui abandonando porque mis estudios y otras muchas actividades llenaban mi tiempo.

Aun así, el saber coser, aunque sea básicamente, me ha sido útil para hacer pequeñas composturas y algún que otro trabajo profesional como el vestuario de muñecos de animación en “stop motion” (muñecos en plastilina) para algún cortometraje. 


    “Labores” debería ser una asignatura que se impartiese a todos los alumnos indistintamente del género, porque los botones se siguen descosiendo y las orillas también. Y siempre no se tiene cerca a una costurera o una casa de composturas.


   Este relato me lo ha inspirado un cuadrante de 50x 50 cm que debió formar parte de la dote de mi yaya biológica, María Folgado. Se conserva en perfectas condiciones y está bordado completamente a mano, con vainicas, lagarteranas y encaje de bolillos.


©️AMPARO NOGUERA 2021



 

Comentarios

  1. Hay Amparo, cada vez me hasta más leerte, y cuentas las cosas tan bien que no cuesta nada verte haciendo todo esto q nos cuentas ahora..... yo también de niña, en el Parque Colegio de Santa Ana, había clase de labores y aprender a hacer toda clase de costuras dobladillo zumbidos, vainicas , etc, etc, siempre me vino bien cuando casada tenía q hacerle los uniformes escolares a mi hija y remendar algo a mi niño, ahora me dedico más al bordado x gusto, un reportaje y reconocimiento más q merecido !!

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  2. M.Jose García Anton ....

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  3. Me parece verme a mi♡
    Gracias Amparo.

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